6 ene 2014

Sherlock 3x01: The Empty Hearse. Teorías sobre la falsa muerte

Hace dos años, como regalo navideño, disfrutábamos de la segunda temporada de esta magnífica serie británica. Al terminar nos dejaba con un vacío que solo podíamos llenar echando de menos al detective más rasposo y cautivador. 730 días durante los cuales internet se ha visto invadido por las teorías, más o menos bizarras, acerca del truco que escenificó Sherlock para engañar a la muerte en ‘The Reichenbach Fall’.

17.520 horas dan para construir muchas expectativas, para ensalzar y mitificar la serie hasta extremos insospechados, para esperar lo imposible y para, en definitiva, congregar el día de su estreno a 9 millones de espectadores ante la tele. Pero dicha carga es difícil de ignorar, por ello comprendo la decisión de los creadores de transformar este primer episodio de la tercera temporada en un enorme guiño a sus fans.

En la culpabilidad del policía forense Anderson, se asienta la representación de un fanático de la serie que ha dedicado el tiempo de ausencia de la misma a teorizar en relación al final de la segunda temporada, lo cual habría estado perfecto para hacer webisodios como el que disfrutamos el día de navidad, ‘Many Happy Returns’.

La verdad sea dicha, el arranque a lo misión imposible de esta tercera temporada me ha hecho disfrutar de lo lindo, pero la sucesión de escenas dedicadas a desplegar posibilidades, quita tiempo a lo importante: asentar la historia que presumimos es el esqueleto del episodio.

Si no vas a dar una explicación sobre como lo hiciste, pasa página, pero no me pierdas tiempo en hilvanar todas estas escenas con Anderson como el más fiel seguidor de Sherlock, porque sólo se traduce en un capitulo compuesto de pequeñas partes que no llegan a ser un todo.

Y este no es el único punto que me ha hecho pensar en el enorme ego de actor que domina al guionista Mark Gatiss. En lo que se refiere al montaje y la narración cinematográfica, la serie se ha hecho famosa por ciertas características que la ensalzan haciéndola brillar con más fuerza.

Pero dichos recursos tan efectivos y conquistadores se pueden convertir en la perdición de un creador que se deja llevar por las ganas de subrayar el mito en que se ha convertido su criatura. Se abusa de los efectos que tan maravillosamente suelen acercarnos a la mente de Sherlock recordándonos al día en que el hispter más fan del postureo descubrió que se podían publicar videos en Instagram.

No digo que la calidad técnica haya disminuido, sigue siendo impecable como buen producto de la BBC, pero se percibe una necesidad de presumir que se aleja de la historia en lugar de servirla.

Y las ganas de volver locos de placer a los fanáticos continúan con los diálogos calcados a otros episodios, destacando aquel ‘How would you know?’ que escuchamos por primera vez en ‘A Scandal in Belgravia’, que hace de nuevo su aparición tras uno de los instantes más humorísticos que han compartido los hermanos Holmes hasta el momento. Aquí sí que se ganan a cualquiera.

Así tanta búsqueda de elogio no arruina otras escenas de las que se disfruta intensamente. Todas aquellas construidas en torno a las relaciones personales que Sherlock desea recuperar con tanto entusiasmo. Quizá demasiado para mi gusto, teniendo en cuenta las características de base del personaje, que en ‘The Empy Hearse’ ha decidido liarse la manta a la cabeza y demostrar mucho amor.

A pesar de esto, el reencuentro con Watson me parece magnifico porque denota el esfuerzo del recién resucitado de entre los muertos por suavizar el golpe, eligiendo el humor, de la manera más insospechada y sorprendente. Lo mismo que la banda sonora de la escena con esa rumba ‘¿Dónde estásYolanda?’.

Esta no es la única escena perfecta que comparte el dúo, la combinación de las rutinas de ambos a la vuelta de Sherlock es genial, y nos conduce deliciosamente al momento cumbre que se soluciona de la manera más sencilla: con un botón de encendido y apagado.

Merece la pena esperar mientras Benedict Cumberbatch y Martin Freeman van por ahí sacando partido a su actual fama, porque la química que derrochan en la pantalla es sublime. Sus escenas están cargadas de una tensión emocional que conmueve. Aunque la verdad es que Benedict lo logra con cada uno de los personajes. Se disfruta mucho de los bis a bis, como el momento en que decide que le cae bien Mary, la enhorabuena y beso a Molly, o la mirada cariñosa que le dedica a la señora Watson.

Si se hubiese puesto toda la intención en las relaciones personales, el caso del atentado y el secuestro de John, habría sido un episodio grandioso.

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